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Constipación crónica en mujeres: cuando el cuerpo retiene lo que necesita soltar

Por Carla Mendes de Moraes.

Ir al baño debería ser una función corporal simple y cotidiana. Sin embargo, muchas mujeres conviven con la constipación crónica como si fuera un mal menor, algo “normal” o inevitable, especialmente después del parto, durante la menopausia o en contextos de estrés.

Lejos de ser un tema trivial, la constipación crónica afecta la calidad de vida, el bienestar digestivo, la salud del suelo pélvico e incluso el estado emocional. Como licenciada en fisioterapia especializada en salud de la mujer, acompaño a muchas pacientes que, por vergüenza o desinformación, postergan la consulta y naturalizan el malestar.

En este artículo, te propongo poner luz sobre este síntoma, comprender sus causas, aprender a diferenciar cuándo se vuelve un problema clínico y descubrir herramientas reales para tratarlo desde un enfoque integral.

¿Qué se considera constipación crónica?

Se habla de constipación crónica cuando hay dificultad persistente para evacuar, acompañada de alguno de estos síntomas durante al menos tres meses:

  • Evacuaciones menos frecuentes de lo normal (menos de 3 veces por semana)

  • Heces duras o secas

  • Sensación de evacuación incompleta

  • Esfuerzo excesivo para defecar

  • Necesidad de usar maniobras digitales o de empuje para evacuar

Este cuadro puede aparecer de forma aislada o ser parte del síndrome de intestino irritable con predominio de estreñimiento.

¿Por qué afecta más a las mujeres?

Las estadísticas muestran que las mujeres tienen el doble de probabilidad de sufrir constipación crónica en comparación con los hombres. Las razones son múltiples:

  • Cambios hormonales durante el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia

  • Presión del útero sobre el intestino en gestaciones avanzadas

  • Mayor prevalencia de disfunciones del piso pélvico (especialmente postparto)

  • Dietas restrictivas o cambios alimenticios

  • Mayor incidencia de ansiedad, estrés y trastornos del ánimo

  • Postergación habitual del reflejo de defecación por rutina o contexto social

Todo esto convierte a la constipación en un síntoma “normalizado” pero no por eso menos importante.

¿Qué consecuencias puede tener?

Ignorar la constipación crónica no solo genera malestar, sino que puede derivar en complicaciones como:

  • Hemorroides y fisuras anales

  • Prolapso rectal o uterino

  • Dolor pélvico crónico

  • Incontinencia fecal por esfuerzo excesivo

  • Disfunciones sexuales asociadas

  • Aumento del riesgo de disbiosis intestinal

Además, se genera un ciclo de ansiedad-evitación: miedo al dolor → postergación de la evacuación → mayor retención → más dolor.

Abordaje desde la fisioterapia del suelo pélvico

La fisioterapia especializada ofrece una mirada clave, sobre todo en constipación de origen funcional. Los objetivos terapéuticos son:

  • Evaluar el estado del piso pélvico (tono, fuerza, coordinación)

  • Reentrenar la musculatura perineal para que facilite, y no dificulte, la evacuación

  • Enseñar técnicas de respiración y pujo fisiológico

  • Corregir posturas defecatorias (uso del banquito o posición en cuclillas)

  • Mejorar la conciencia corporal del reflejo defecatorio

Muchas mujeres no saben que hacen fuerza “hacia arriba” en lugar de relajar para evacuar. Este aprendizaje cambia radicalmente el pronóstico.

Cambios de hábitos que ayudan

El tratamiento siempre incluye una mirada integral sobre el estilo de vida:

  • Hidratación adecuada (mínimo 2 litros diarios)

  • Fibra en la dieta: frutas, verduras, semillas, legumbres

  • Evitar el sedentarismo: caminar, moverse, activar la musculatura abdominal

  • Establecer rutinas de horario para ir al baño sin apuro

  • No reprimir el reflejo de defecar

  • Uso consciente de probióticos o suplementos naturales (consultando siempre con profesionales)

¿Y los laxantes?

El uso crónico de laxantes sin control médico puede generar dependencia intestinal, irritación de la mucosa, pérdida de sensibilidad e incluso empeorar la constipación. Por eso es clave no automedicarse y buscar una solución personalizada.

Impacto emocional y social

Muchas pacientes me cuentan que sienten vergüenza, frustración o incluso culpa por “no poder ir al baño”. Algunas evitan reuniones sociales, viajes o comidas fuera de casa por miedo a la incomodidad o la hinchazón.

Esta vivencia, si no se habla, genera aislamiento y angustia. Poder ponerle palabras al síntoma es el primer paso hacia el alivio.

¿Cuándo consultar?

Si sentís que tu ritmo intestinal cambió, si tenés dolor, esfuerzo excesivo o evitás ir al baño, es momento de consultar. La constipación crónica no es un problema menor ni una rareza. Es un síntoma con tratamiento y mejora real cuando se aborda de forma profesional.




Nuestro cuerpo nos habla, también a través del intestino. Retener no solo lo fisiológico, sino emociones, tensiones y hábitos postergados, puede reflejarse en una función tan básica como ir al baño.

La salud digestiva forma parte del bienestar integral. Desde mi lugar, acompaño a las mujeres a reconectarse con su cuerpo, con su suelo pélvico y con su derecho a vivir libres de molestias y tabúes.

Escuchar, respetar y cuidar lo que tu cuerpo te dice, es el mejor camino hacia el equilibrio.

 
 
 

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